sábado, 12 de junio de 2010

Cuento de la cocina

Tengo hambre! chilló el gato mientras subía en dos brincos a lo alto del sofá. El sofá tembló al tiempo que le suplicaba: No me claves tus uñas por favor!! Yo estaba sirviendo la sopa en uno de los platos de cerámica marrón y cuando el líquido tocó el fondo del plato este dijo: Aahhhh!!! Venga toda esa sopaaaa! Y la sopa decía: Por fiiiiinnn un poco de libertaaaad! Puse a calentar las lentejas en el sartén, las lentejas murmuraron algo que no entendí, estaban muy juntas y el sartén dijo: Debe ser por el frío de la nevera. Yo no tengo la culpa! dijo la nevera. Si no fuera por mi, no estarían ni murmurando. Antes de sentarme a tomar la sopa me dije: taparé la sartén para que el calor no escape. Y el calor dijo: No me retendrás por mucho tiempo, iluso! Y menos con esa tapa!- La tapa que lo oyó desde donde estaba escurriéndose quiso decir algo, pero al inclinarse para gritarle, resbaló y fue a dar al suelo donde se hizo añicos. Claro era de vidrio y el vidrio no sabe protestar sin romperse. Así que tomé otra tapa de vidrio, la más vieja y veterana, por eso no dice nunca nada, a menos que sea algo muy sabio. Con ella tapé el sartén que se entretenía con las lentejas riendo entre burbujas y tomé la escoba que dejó deslizar un comentario al ras: -Tiempo que no me movías, tenía unas ganas de echar una bailadita… hey maracas suenen un poco! Pero las maracas no tenían intención de hacer nada, se sentían vacías. Cogí la pala que saludó a la escoba con una reverencia desganada y esta sin decir ni piso, le puso en la boca los pedazos de la tapa que tiritaba involuntariamente camino al tacho de la basura que respetuosamente y con una expresión taciturna la acogió en su interior, -Paz a sus restos- dijo. Me senté frente a la bici que ansiosa aguardaba al día siguiente para salir a pasear. Bebí la sopa ayudado por la cuchara que se cansó de tanto ir y venir, subir y bajar. Desde lejos se oía que las lentejas no podían más de la risa, oyendo como el sartén payaseaba con la tapa anciana, cual si esta fuera su sombrero. Las fui a buscar y nuevamente el plato dijo: Aahhh!!! Vengan esas lentejitaaassss!!! Y de nuevo las lentejas rieron apretándose contra el plato. La cuchara suspiró, se enteró en ese momento que no descansaría hasta acabar con toda la tarea. Cuando acabé fui al fregadero y allí la algarabía salpicaba fuera de sus límites. Los otros platos, ollas, vasos, cucharas, cuchillos y tenedores disfrutaban de una tranquila refrescada. Desde arriba el jabón lavaplatos los miraba circunspecto como director de escuela y la esponja ladraba, brincaba y movía la cola como fiel compañera suya. Yo que aborrezco fregar observé todo desde lejos, ahora espero que llegue el viernes para que Silvia se encargue como todas las semanas de poner en orden la casa. El gato me mira con actitud de gato y parpadea indiferente, luego de haber comido se acerca a mis piernas y se acaricia agradecido, no se si por la comida o por las pantorrillas. Las pantorrillas mandan el mensaje y yo digo: Gracias. La bici en silencio espera por mañana.

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